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ESTUDIOS REALIZADOS SOBRE LA ASOCIACIÓN ENTRE DESEMPLEO
Y SALUD MENTAL.
1. DESEMPLEO Y TRASTORNOS PSÍQUICOS MENORES.
Los estudios en los que se ha utilizado el GHQ, el "General
Health Questionnaire" (Goldberg, 1972) muestran que los jóvenes
que acaban sus estudios y no encuentran un empleo tienen un
alto riesgo de sufrir trastornos psíquicos menores, mientras
que aquellos otros que encuentran trabajo tienen unas puntuaciones
significativamente menores y, por tanto, una mejor salud mental.
Se ha demostrado que es la experiencia del desempleo lo que
causa dicho deterioro y no una previa salud mental deficitaria
la causante de no encontrar trabajo.
Otros estudios realizados con muestras de trabajadores adultos
obtienen resultados similares. Así, por ejemplo, Miles (1983)
en una muestra formada por más de 300 trabajadores desempleados
y 100 empleados, confirma la asociación encontrada en otros
estudios entre desempleo y salud mental.
De estas investigaciones se deduce una clara conclusión: el
desempleo es causa de un deterioro en la salud mental. Las consecuencias
psicológicas negativas que se derivan de estar desempleado,
pueden, a su vez, incrementar el riesgo de sufrir trastornos
que requieren tratamiento psiquiátrico.
2. DESEMPLEO Y DEPRESIÓN.
Eisenberg y Lazarsfeld (1938) destacan las reacciones de carácter
depresivo como uno de los efectos principales provocados por
el desempleo sobre personalidad. Estudios más recientes también
han tratado de establecer una relación entre las variables desempleo
y depresión.
Feather (1982), en una investigación sobre 650 estudiantes acerca
de sus creencias y atribuciones sobre las causas del desempleo,
encuentra una asociación positiva entre falta de motivación
por encontrar empleo y déficit depresivos.
Muchas investigaciones han comparado los niveles de sentimiento
depresivo entre poblaciones diferenciadas por su estatus de
desempleo, llegando, en la mayoría de las mismas, a la conclusión
de que los desempleados padecen mayores síntomas depresivos
que aquellas personas que tienen empleo.
Feather y Bond (1983), en otro estudio transversal, y en una
muestra de 219 jóvenes, obtienen resultados que muestran que
los jóvenes desempleados tenían puntuaciones significativamente
más altas en estado depresivo que sus compañeros empleados.
De forma similar, Perruci y otros (1987), al comparar también
un grupo de 328 trabajadores desempleados con un grupo de control
de 48 trabajadores con una historia laboral de empleo continuado,
concluyen que la pérdida del puesto de trabajo tiene como resultado
un incremento en los niveles de depresión observados con anterioridad.
3. DESEMPLEO Y AUTOESTIMA.
Se puede afirmar que el deterioro del estatus y del prestigio
social causados por la pérdida del puesto de trabajo puede provocar
un sentimiento de incapacidad personal y autoculpabilización
que lleve a cambios en la evaluación personal. Pese a que la
disminución de la autoestima ha sido una de las consecuencias
más mencionadas en las investigaciones sobre los efectos psicológicos
del desempleo, estudios posteriores han seguido relacionando
la pérdida de la autoestima con la pérdida del puesto de trabajo.
Mientras que algunos autores sugieren que mantener una alta
autoestima es, en ciertos casos, una respuesta defensiva, otros
destacan la polarización en los efectos del desempleo en la
evaluación personal, y subrayan que mientras unas personas reaccionan
mostrando una elevada autoestima, en otras se observa un gran
deterioro en la misma.
Investigaciones realizadas recientemente no encuentran, sin
embargo, apoyo empírico a la diferenciación entre autoestima
positiva y negativa en las autoevaluaciones que realizan las
personas desempleadas. Queda, por tanto, por confirmar el que
las personas desempleadas cambien sólo aquellos componentes
negativos en la percepción de sí mismos, pero mantengan al mismo
tiempo aquellos que son positivos.
Otro factor que merece atención es la implicación en el trabajo.
Los trabajadores con una alta motivación por el trabajo son
los que más sufren los efectos del desempleo en su autoestima.
Cabe por último destacar que una baja autoestima puede ser un
factor de predisposición para no encontrar un trabajo, si bien
es posible que, individuos con una alta autoestima tiendan a
ocupar un estatus ocupacional más elevado debido a otros factores
tales como la habilidad y logros académicos obtenidos o el nivel
socioeconómico de la familia. Las personas con una baja autoestima
tienden, también, a ser más flexibles a la hora de aceptar empleos
peor retribuidos y con menor relación a su experiencia y cualificaciones
previas.
4. SATISFACCIÓN CON LA VIDA PRESENTE.
Él informa publicado por Hardin, Phillips y Fogerty (1986),
sobre el sistema de valores en diversas sociedades europeas,
revelaba que cualquiera que fuese la categoría profesional de
los trabajadores empleados -profesionales, trabajadores de cuello
blanco, trabajadores manuales cualificados y trabajadores manuales
sin cualificar- con los que se estableciese la comparación,
las personas desempleadas mostraban un menor nivel de bienestar
psicológico, así como una menor satisfacción con su vida presente.
En general, de todos los grupos sociales considerados, eran
las personas sin empleo las que manifestaban un mayor descontento
con sus vidas.
O´Brien y Kabanoff (1979), en otro estudio en el que se compararon
las muestras de trabajadores empleados y desempleados en diferentes
medidas de bienestar psicológico, señalan que el grupo compuesto
por personas sin empleo mostraba una menor satisfacción con
su vida, aunque las diferencias encontradas no fuesen estadísticamente
significativas.
Con posterioridad, Feather y O´Brien (1986) en un estudio longitudinal,
demuestran que el desempleo conduce a una disminución en la
satisfacción con la vida, con lo que podemos concluir que los
trabajadores que pierden su empleo manifiestan una menor satisfacción
con su vida presente. La situación de desempleo está asociada,
por tanto, a una mayor insatisfacción con la forma en que se
organiza y estructura el tiempo y las actividades diarias. Tanto
si ésta es una consecuencia de la sobrevaloración del trabajo
característica de nuestra sociedad como si obedece a la función
que cumple el trabajo en la satisfacción de necesidades universales,
lo cierto es que el desempleo o el valor asociado al trabajo
condicionan el bienestar psicológico de las personas.
5. DESEMPLEO Y DIFICULTADES COGNITIVAS.
A los efectos del desempleo en el bienestar emocional, hemos
de añadir los problemas de tipo cognitivo a ellos asociados.
Fryer y Warr (1984) en una muestra estratificada por edad y
duración del desempleo, de 954 trabajadores manuales, obtuvieron
información sobre el deterioro sufrido en doce procesos cognoscitivos
diferentes. Entre un 30 y 37% de las personas entrevistadas
declararon que usualmente necesitaban más tiempo para hacer
las mismas cosas, concentrarse y hacerlas con la misma habilidad
que anteriormente; entre un 20 y 27% declararon dificultades
en comenzar alguna tarea, mantenerse mentalmente activo, recordar
cosas, tomar decisiones y comprender con rapidez lo que otras
personas dicen. Por último, un 15% declaró cometer más errores
en la conversación con otras personas, un 11% decía equivocarse
con las operaciones económicas de las compras realizadas, y
un 8% respondía que le costaba más entender los periódicos y
libros con rapidez. Ambos autores señalan que nueve de estas
medidas estaban asociadas con la duración del desempleo y con
la edad. Los trabajadores que llevaban más tiempo sin trabajo
y aquellos de edades medias revelaban mayores déficit de carácter
cognitivo.
Estos resultados nos indican que el desempleo no sólo está asociado
a un deterioro emocional sino también a déficit de carácter
cognitivo.
6. DESEMPLEO Y RELACIONES FAMILIARES.
Jackson y Walsh (1987) señalan que como consecuencia de la pérdida
del empleo, se producen tres cambios importantes: una disminución
de ingresos económicos, una transformación en las relaciones
sociales y un cambio en el lugar donde residía el ejercicio
de la autoridad. Estos cambios provocan una desensibilización
en las relaciones entre los miembros de la familia y entre ésta
y el medio en que se desarrolla su vida cotidiana, dando lugar
a un proceso de adaptación y cambio. En el primero, los cambios
producidos como consecuencia del desempleo, serían asimilados
dentro del funcionamiento normal de la familia. En el segundo
de los procesos descritos, la experiencia del desempleo tendría
una función positiva, al ser utilizada como una oportunidad
para realizar actividades que implican un cambio en los roles
familiares.
El grado de estabilidad familiar depende a su vez de factores
tales como el momento en que se produce la pérdida del trabajo
dentro del proceso de desarrollo del ciclo de vida familiar.
Asimismo, la tensión familiar producida tras la aparición del
desempleo parece ser más acusada cuando afecta a personas con
un bajo estatus ocupacional y con un período de desempleo superior
a los seis meses.
En definitiva, si bien el desempleo puede ser considerado como
un factor importante de desestabilización en las relaciones
familiares, tal y como señalan Bergere y Sana Rueda (1984),
el aumento de la tensión familiar no debe ser siempre considerado
como una consecuencia directa del mismo. Éste actúa como un
factor que acentúa el tipo de relaciones familiares existentes
con anterioridad, intensificando el estrés y la tensión en aquellas
familias en las que ya se daba un deterioro de las relaciones
entre sus miembros. La familia puede ser tanto el origen de
tensión como de apoyo social, lo que explica el que ni en todos
los estudios el desempleo esté asociado a un incremento en la
tensión familiar ni en todos los casos se dé un deterioro en
dichas relaciones.
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